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Desde el Imperio.

30.8.11

I. Un largo viaje





Aterrizó suavemente con sus pies descalzos en el suelo cubierto por hojas , ya solo le quedaba una manzana de toda la fruta que la amable tabernera le había dado. Le dió un mordisco y empezó a andar en ese ambiente donde ella podía sentirse en paz con la armonía de la naturaleza. La luz se colaba entre los troncos de los altos arboles - donde sus copas creaban un falso techo cobijando aquel lugar - dándole un aspecto etéreo mientras su largo cabello reflejaba la luz del sol por los mechones rubios mientras que sus ojos verdeamarillentos observaban el bosque atenta a los sonidos del lugar.
Andaba sigilosamente como si de una pluma se tratara y a veces se detenía a acariciar alguna flor o alguna planta que por su camino se cruzaba sin poder evitar esbozar una sonrisa. De cuando en cuando algún animalillo se cruzaba a su paso deteniéndose unos instantes para quedarse mirando a la joven y luego volver a su cometido desconocido desapareciendo, escabulliendose entre los arbustos, simplemente, allí entre esa paz era lo que ella llamaba "hogar".

Hacía ya varios días que Havyialaar había salido de su hogar, y ahora descansaba entre las ramas de un grueso árbol. Había salido de la oscuridad que reinaba en la zona norte del bosque y ahora se hallaba más al sur, más cerca de su destino. Aquí el bosque seguía siendo espeso, pero la luz del sol se colaba plácidamente entre las ramas, y los árboles y matorrales eran menos densos y más despejados.
A Havyialaar no le gustaba demasiado el día, prefería el atardecer y la noche, así que descansaba durante las mañanas, y al ocaso emprendía su marcha de nuevo; hasta que la luz de un nuevo día le hacía buscar cobijo y reposar. Cerca ya del atardecer, oyó unos ruidos de pasos, a los pies del árbol donde se encontraba. Durante un momento creyó que era La Negra, que había regresado de su paseo matutino; pero se sorprendió al escuchar una dulce y suave risilla.
Havyialaar se incorporó de golpe y se asomó sobre las ramas donde estaba. Se colocó la máscara rápidamente al ver a una criatura pequeña, de pelo platino, que daba saltos aquí y allá, persiguiendo pequeños animalitos. Tenía unos ojos inmensos y parecía una niña.
¿Pero qué hacía una niña sola en medio del bosque? ¿O quizás no estaba sola?
En cualquier caso, él no tenía nada que temer; así que bajó del árbol despacio, de forma sigilosa y se quedó oculto tras el grueso tronco, observándola.
Cuando ella se acercó, él salió de golpe, quedándose frente por frente, esperando que se largara corriendo, aterrorizada

Ella le miraba sujetando una ardilla que rápidamente saltó al suelo agilmente y se alejó por el suelo subiendo a un arbol contiguo, no se sorprendió ni se asustó, parpadeó mirándolo sin miedo. Estaba acostumbrada a ver todo tipo de criaturas en el bosque tanto humanos como seres fantásticos así que para ella, esta mascara - fué lo primero que le llamó la atención - no era nada novedoso.
Se movió ligeramente hasta quedar frente a él con la cabeza levantada debido a la accentuada diferencia de estatura:

- Os habéis perdido, señor? - inquirió calmadamente y con una voz dulce y tal vez, un poco infantil. Algo que según la lógica tendría que haber sido a la inversa siendo él quien preguntara.

El tiempo parecía haberse detenido cuando ella habló mientras no apartaba sus ojos, su mirada del hombre; sus aires eran extraños y misteriosos aunque denotaban alguien de gran sabiduría y experiencia, rápidamente vió que se trataba de un humano.. un tanto peculiar.
Havyialaar permaneció en silencio durante unos segundos y luego, de golpe, prorrumpió en una sonora y profunda carcajada. No pudo evitarlo. Hacía años, literalmente, que Havyialaar no se reía de esa forma, o mejor dicho, que no se reía nada en absoluto; pero jamás se habría esperado una reacción así por parte de nadie, y menos aún de una chiquilla.
Claro que, ahora que se fijaba, se daba cuenta perfectamente de que lo que tenía ante sus ojos no era humano. Havyialaar echó su capa a un lado, con su mano enguantada, y se inclinó ante ella, haciendo una leve reverencia.

-Señorita ¿no debería ser yo quién os preguntara eso? – preguntó con una voz suave, pero profunda y pausada- No debéis preocuparos por mí, sé hacia dónde me dirijo. Pero - añadió levantando su mano derecha, queriendo indicar algo- habéis conseguido algo que muy pocos seres en este mundo han logrado, mi risa es tan desconocida como mi rostro y vos la habéis descubierto; así que os concedo de buena gana algún deseo. Además, os acompañaré, si lo deseáis, a donde quiera que vayáis. Mi camino es largo y complejo, pero no soy impaciente, y puedo retomarlo más adelante si necesitáis mi ayuda.

Abrió los ojos al oir su carcajada - sorprendida - la mayoría de los humanos habrían desconfiado de ella pero este parecía muy calmado y tranquilo, eso le fascinó. Cuando este terminó de hablar abrió los labios para contestar ante el corto silencio que se había formado entre ellos dos:

- Un deseo?.. - se quedó en silencio, tenía uno que quería ver cumplido muy fervientemente - Quisiera saber cual es el mayor dese de un humano.. aquello que mas ansía. - Era evidente que otra persona habría pedido dinero, riquezas o que se quitara esa mascara tan misteriosa.

Giró la cabeza hacía un lado alzando la mano mientras un pajarillo se posaba en su dedo indice y le miró otra vez mientras un mechón de pelo caía hacia adelante - Podéis responder a eso? - acarició la cabeza de la pequeña ave para luego abajar el brazo haciendo que este alzara vuelo en un sutil aleteo, acompañarle? ese hombre? tal vez el podía mostrarle las razones que ella buscaba para justificar todo aquello que le habían inculcado. No le parecía mala idea y tampoco tenía nada que hacer..
Empezó a andar ágilmente dándole a entender que le siguiera, al hacerlo dejó al descubierto un broche que llevaba debajo de aquella capa en forma de flor de lis - símbolo de la realeza y la nobleza - parecía ser lo único identificativo de su identidad, pues aún no había preguntado por su nombre.

Havyialaar cada vez estaba más sorprendido con aquella criatura. Su aspecto infantil ocultaba una personalidad inocente pero compleja. Fuera lo que fuera aquel ser, era realmente interesante. Podría haber pedido cualquier cosa. Dinero, poder, riqueza, belleza –aunque esto último no lo necesitaba- pero no pidió nada de eso. Lo que pidió era mucho más interesante e incluso difícil para él. Cada vez le gustaba más aquella chica. Y eso no solía ocurrir con frecuencia.

El aspecto inocente que tenía, rodeada de animalillos, como en una idílica estampa, contrastaba extraordinariamente con su original personalidad.

- Puedo responder a eso señorita, si es vuestro deseo. Lo que más anhela el ser humano –dijo, después de una pausa- lo que más ansía, es aquello que no puede poseer.

Ella se quedó en silencio y echó a andar, al parecer, conforme con la respuesta. Él comprendió que quería que le siguiera y así lo hizo.
Havyialaar dio un largo silbido, para indicarle a La Negra dónde se encontraba. Ella aparecería cuando quisera, así que no se preocupó.
Entonces observó algo. La chiquilla llevaba un broche, una flor de lis. No tenía ni idea de qué representaba, pero indudablemente, aquello no era una simple bagatela. Debía ser algo importante.

- ¿Quién sois señorita? -preguntó con cierta frialdad.

- La luz y la oscuridad a la vez - le gustaba hablar en rodeos - Para algunos la salvación y para otros la muerte - apartó una rama - Una amante de la noche - esperaba haberse explicado bien y que el deduciera, no era dificil dar con su identidad habiendo escuchado sus palabras.

Ahora le tocaba a ella devolver la pregunta:

- Y vos.. que sois? - quería oírlo de sus labios aunque ella sabía perfectamente que era un simple y mortal humano, cada vez estaban mas cerca del pueblo, quería verlo a través de los ojos de él si eso no le era molestia.
Su curiosidad no hacía más que aumentar con aquellas respuestas que ella le había dado. Pero comprendió perfectamente de qué ser se trataba.

- Así que una bebedora de sangre –dejó escapar una suave risa, afilada- eso responde mi pregunta a medias. Explica lo que sois, pero sigo sin saber quién sois.

A pesar de haber revelado su naturaleza, Havyialaar no temía a la joven. Sabía que ella no intentaría matarle, al menos de momento. Al parecer tenía un especial interés en los humanos y en él mismo, a juzgar por la siguiente pregunta que le hizo.

- La gente piensa que soy un demonio, una bestia infernal salida de los abismos de Audern. Aunque supongo que, ante vos, el olor de mi sangre delata mi auténtica naturaleza y ya sabéis lo que soy en realidad. Sólo un humano corriente, una vulgar presa para vos.

- Mirka - lo dejó así, no quería darle mas pistas.. pues quería que fuera él quien indagara sobre ella por el puro interés de saber que decían sobre los de su especie.

Esbozó una sonrisa y se detuvo, estaban delante del pueblo donde ella había estado hacia apenas un rato. Apoyó su mano en un tronco y le miró analizandolo con sus pupilas:

- Lo mas sencillo es lo mas interesante.. - escuchó con atención sus últimas palabras - ..una presa? - soltó una risita pícara pero no llegó a responder a eso, dejando su comentario a medias.. tal vez algún día lo terminaría.
Volvió a mirar el sitio que estaba a pocos pasos de la pareja; parecía sacado de un lienzo con los tejados de las casas a juego con el ambiente apacible pero desgastado del lugar, un pueblo con sus tradiciones y sus historias. Sus ojos brillaban fascinados en un deje de obsesión producido mas bien por el interés en las palabras del extraño viajante que del sitio en si murmuró aún emocionada:

- Queréis enseñarme los humanos a través de vuestros ojos? - con su vista clavada al frente, esperaba su señal continuar andando como si de un capitán se tratara.
- Mirka - repitió con suavidad.

La joven rió levemente ante su anterior comentario, como si estuviese sumida en sus pensamientos. Ante ellos, se situaba ya el pueblo, y él observó a Mirka, mientras ella observaba, a su vez, la villa; fascinada y embobada.
De nuevo, le hizo una pregunta extraña.

- Señorita Mirka, creo que tal vez yo no sea el humano más indicado para mostraros cómo son los de mi especie. Pero ya que ése es vuestro deseo, os mostraré a los humanos tal como yo los conozco.

De repente, se oyó un fuerte relincho a sus espaldas. Era La Negra, que sacudía, furiosa, su cabeza. Se negaba a continuar. Havyialaar se volvió hacia ella y le hizo una reverencia.

- Drii viriian neh, sabared ha… -susurró.

La Negra lo miró fijamente durante unos segundos, con sus ojos, cual brillantes escarabajos negros, llenos de fuerza. A continuación hizo varias cabriolas a su alrededor, haciendo saltar trozos de tierra e hierba seca, miró a Havyialaar de nuevo, y echó a correr hacia el bosque como un rayo violeta.

Él se volvió hacia la joven, acercándose a su lado.
- Soy Havyialaar… por supuesto, ése no es mi nombre real, pero es lo que soy.

Volvió su enmascarado rostro hacia ella, e hizo un gesto con la mano izquierda, cediéndole el paso e indicándole que podían continuar cuando ella lo deseara.
Miró el caballo con sorpresa, un ejemplar hermoso donde su tez negra lucía inmaculada dandole mas porte a su figura esbelta y elegante, parpadeó cuando este despareció a través de la espesura, era evidente que no era un animal normal y corriente:

- Estaré encantada de verlos a vuestra manera - rió inocentemente y empezó a andar flanqueando la entrada donde los guardias hicieron ademán de detenerlos pero con una leve mirada los hizo desistir en una especie de hipnosis, siguió su camino seguida de ese hombre, realmente le daba igual la imagen que daban pues el conocimiento se valoraba por la sabiduría de las palabras y no por el aspecto exterior.. cosa que los humanos les costaba de asimilar.
Tenía pensado volver a aquella taberna para ver la gente allí reunida con otros ojos así que no dudó, usando su fino olfato se guió por el olor a bebida y comida - no era difícil -.

Extrañamente al lado de Havyialaar se sentía protegida, a pesar de conocerlo hacia apenas unas horas y cuando algo le gustaba - en el sentido de interés - era reacia a compartirlo... con nadie.

Educada le preguntó si le iba bien pasar por el lugar que ella había elegido para no ponerle en una situación incomoda, sin dejar de pensar que tenia grandes expectativas en ese hombre y esperaba que no le defraudara.
Havyialaar siguió a la joven que reía inocentemente y su sorpresa fue en aumento, cuando al cruzarse con unos guardias, ella los detuvo con sólo una mirada. Aquello era de lo más inaudito, hasta para él, que era el colmo de la rareza.

Tendría que tener cuidado, ella se veía inocente e inofensiva, pero no era humana, y por lo tanto, sus motivaciones para hacer las cosas que hacía eran bien distintas de las de los humanos. Además, acababa de comprobar que tenía cierto poder, y seguro que no poco.
Ella le agradaba bastante, desde luego y eso era difícil de conseguir, pero Havyialaar no era falto de conocimiento y en sus años de vida, había aprendido a no fiarse absolutamente de nadie.

Cuando ella le informó de sus intenciones de dirigirse hacia la taberna, Havyialaar dudó durante un segundo. Aquel tipo de lugares le repelían en suma medida. En realidad, todo lugar donde hubiese mucha gente y mucho ruido le resultaba desagradable. Pero por otra parte, de no haber ido con ella, también habría tenido que entrar, ya que necesitaba ayuda de varias personas para la misión que tenía en mente, así que, así podría hacer dos cosas a la vez; ayudar a Mirka y recopilar información.

Le indicó a la jovencita que estaba de acuerdo con aquella decisión, pero le advirtió que no se quitaría la máscara en ningún momento, aunque ella podría comer o beber si quería. Y que si en algún momento se sentía en peligro, lo dejara todo en sus manos, él lo resolvería gustosamente.

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