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Desde el Imperio.

7.9.11


II. Una visión distinta




Havyialaar empujó la puerta de la taberna con fuerza y entró. Tal y como esperaba, las miradas de todos los presentes se dirigieron hacia él. Era lógico, aquel aspecto suyo, a pesar de que por una parte ocultaba su identidad, por otra llamaba enormemente la atención y era reconocido por la mayoría de la gente, a pesar de que ni siquiera supieran su nombre.

El “Demonio” era como solían llamarle los habitantes, con miedo; y a él le daba igual, mientras más le temieran, más se apartarían de él y de su camino, y menos le molestarían.

Sin decir nada, se volvió hacia la puerta y la retuvo con su mano derecha, para que Mirka pudiese pasar. Le hizo un gesto cortés, cediéndole el paso, como hacía siempre. Las damitas primero.

Soltó una risita inaudible apenas por nadie y dando un liviano paso entró otra vez colocándose al lado de..Havyialaar, aún le costaba asimilar ese nombre tan exótico. Ahora empezaba lo interesante, como vería él toda la gente allí presente? tenía una enorme curiosidad para ver ese lugar con otros ojos donde parecía que nada había cambiado aparte de la ausencia de algunos que antes estaban y ahora no; llamarían la atención inevitablemente ya no por los ropajes de su acompañante sino también por el echo que la diferencia entre ambos era bastante acusada creando una singular pareja de la que esperaba que nadie dijera nada, aunque si las cosas se ponían feas él le había prometido que "dejara todo en sus manos".

- Decidme, que veis? - susurró solo para ellos dos mientras se dirigía a la barra, tal vez pediría otra manzana.
- Un poco de paciencia señorita Mirka- dijo quedándose junto a la pared- ahora la gente sólo nos observa a nosotros. Por lo tanto, lo que veo ahora es miedo. Miedo y desconfianza por parte de la gente.

Havyialaar siguió observando a la gente tan atentamente como la gente le observaba a él, mientras Mirka se dirigía hacia la barra.

Una vez le hubieron servido una manzana se acercó otra vez a su acompañante quedándose de pié como si buscara protección, alzó la fruta a la altura de sus ojos que emitieron un leve centelleo por su parte apenas perceptible, haciéndola girar lentamente con los dedos mientras parecía que el resto, aparte de ellos dos, se hubiera detenido:


- Miedo... que mas se puede esperar de los humanos aparte de su pánico irracional a descubrir que hay seres superiores a ellos o que algo se les escapa de sus manos, de su control?

Su iris reflejaba la pomácea como si de un espejo se tratara, escondiendo detrás secretos, historias, mentiras, verdades... un mundo paralelo alimentado por miles de años de existencia y experiencia. Algo que se escapaba al conocimiento de todos los allí presentes y que tal vez, tal vez solo una persona fuera capaz de adivinar eso; Havyialaar.

- Deciis desconfianza.. - prosiguió con su voz de deje infantil pero a la vez maduro - pero en verdad simplemente es desconocimiento que comúnmente, y , a lo largo de la historia que ha cultivado el ser humano ha llevado única y exclusivamente a la violencia por ignorancia


Observó cómo Mirka volvía de la barra con aspecto alegre, con una hermosa manzana. Pero entonces la puso a la altura de sus ojos y se quedó mirándola fijamente, y Havyialaar notó cómo su expresión cambiaba. Su mirada se había vuelto más afilada, más profunda, y su gesto más serio ¿Qué ocultaban aquellos enormes ojos?

Oyó sus palabras, sorprendido por aquella madurez impropia de su edad. Aunque tal vez, ella fuera mucho más mayor de lo que él imaginaba.

- Olvidáis, señorita Mirka, que yo también soy un simple humano, a pesar de lo que la gente pueda pensar… -hizo una pequeña pausa- pero lleváis razón. El miedo es un arma poderosa, quizás la más poderosa de todas junto con la ignorancia. Una se alimenta de la otra. Ambas son dos formas muy eficaces de controlar y manipular a la gente. Quien las maneje con soltura puede considerarse poderoso.

Havyialaar miró a su alrededor, a los pocos parroquianos que bebían y comían tranquilamente. Algunos habían vuelto a sus cosas, pero la mayoría los seguía mirando de reojo, fingiendo que no les importaba. Sacudió levemente la cabeza, abstraído en sus lejanos recuerdos.

- No debéis despreciarlos señorita Mirka –dijo casi en un susurro, mirando al vacío- sino compadecerlos. En muchas ocasiones no son conscientes de su ignorancia ni mucho menos de que son manipulados por otros…

Se quedó callado de golpe, mudo por las evocaciones e imágenes que volvían intactas a su mente, desde un lejano pasado, después de tantos años. Él había sido ignorante en aquel entonces, inocente como era, y manipulado de la forma más cruel.
Volvió su rostro enmascarado de golpe hacia ella, tratando de volver a enterrar aquellos oscuros recuerdos.

- ¿Queréis sentaros señorita? Tal vez estéis cansada.

No se giró cuando él volteó el rostro secamente para mirarla y susurrar esas últimas palabras tan llenas de ... emoción? si, había notado un cambio en su voz a pesar de no poder apreciar el rostro enmascarado cuyo objetivo tal vez era blindar y escudar a su dueño de las emociones propias de los humanos o tal vez evitar darse cuenta él mismo de que sentía igual que todos ellos...

"No hay mas ciego que el que no quiere ver" había oído una vez, y esa mascara era su propia ceguera como la falta de vista en un invidente, todo era lo mismo, con la misma finalidad; no visionar lo que realmente se teme. Parpadeó, tal vez pensaba demasiado y hacía conjeturas vacías en el aire que pronto el viento se llevaría como las vidas de los allí presentes, tarde o temprano perecerían siendo sus vidas nada mas que ínfimas milésimas de segundo que se entrecruzaban unos minutos en el gran reloj de la historia:

- Si algo os retiene, adelante. - respondió a modo de rodeo.

Havyialaar siguió callado, observando a Mirka, que a su vez, parecía sumida también en sus propios pensamientos.
Se dio cuenta de que había cometido un error al hablar del miedo y la ignorancia. Una persona normal nunca se habría percatado del cambio en el tono de su voz, provocado por su dolor reprimido, que casi había dejado fluir, de forma inconsciente, a través de sus propias palabras.

Pero ella… estaba seguro de que ella lo había captado. Y eso no le gustaba, lo hacía vulnerable. Probablemente ella ahora sintiera aún más curiosidad por él y tal vez trataría de averiguar algo más. Incluso puede que lo considerara inferior y tratara de matarlo…

No le tenía miedo, de hecho, la verdad era que ella le agradaba y tal vez por eso había hablado más de lo que debía, pero no podía permitirse cometer más errores. Y menos aún con alguien que acababa de conocer. No sabía qué intenciones tenía en realidad.

Por su parte, él tenía una misión allí, y ni mucho menos, permitiría que ella conociese la razón de su búsqueda. Era demasiado inteligente. Tenía que saber algo más sobre ella... Ignorando su comentario, se dirigió hacia ella, con tono ligeramente amenazante:

- ¿Qué queréis de mí realmente? ¿Cuál es la razón de vuestra ciega confianza en mí?
- La ciencia humana consiste más en destruir errores que en descubrir verdades. - hizo una pausa - Socrates. - fué su respuesta.

Clavó su mirada en el hombre como si pudiera ver su interior, atravesar su ropa, su piel, sus músculos hasta llegar a su esencia. Le complacía la presencia y la conversación con Havyialaar, mas que cualquier otra que hubiera podido tener con nadie.

Esa variación en su voz mostrando su parte humana no había hecho sino que incrementar su interés en sus orígenes sintiéndose ella como si estuviera descubriendo una nueva y anciana civilización; solo con oírle hablar podía visionar y palpar con sus sentidos la sabiduría que había detrás de cada palabra que pronunciaba. A pesar de solo tratarse de un terrano de vida corta y aspiraciones largas.


No pudo evitar dejar escapar una risa suave al oír el comentario de ella. Aquella niña le recitaba frases de Sócrates como quien hablaba del tiempo o la comida, con naturalidad. Y además, recalcaba el nombre del filósofo, dándole a entender que conocía perfectamente sus escritos. Cosa muy extraña, ya que sólo los eruditos, que eran pocos en aquella época, lo conocían. Le habría preguntado cómo era posible que ella tuviera esos conocimientos, pero probablemente ella le respondería con otra afirmación similar, evitando así toda cuestión personal, como había hecho hasta ahora.

- Cierto- admitió- pero es lógico. A veces las verdades no deben ser descubiertas señorita; no siempre el hombre está preparado para comprenderlas.

Entonces sintió cómo sus ojos enormes le perforaban con curiosidad. Unos ojos profundos, infinitos y hermosos, trataban de “verle”; de escudriñar su corazón. Los sentía hundirse con intensidad en las oscuras cuencas de su máscara de hueso. Pero él mantuvo su mirada, impasible; sabiendo que no vería nada más allá… ni siquiera sus propios ojos… sus ojos, que ya no eran del color de un humano normal.

Y él hizo lo mismo, trató de ver más allá de aquella mirada líquida y brillante, viva y fuerte. Y finalmente, vio algo.
- Sois hermosa señorita Mirka.
- No están preparados? o simplemente su capacidad no les permite interpretar lo que aguarda dormido esperando ser visto. - susurró en un siseo como si quisiera impedir que otra persona lo escuchara, ahora con la mirada fija en los pocos allí reunidos ajenos a su conversación.
Le miró de refilón fugazmente al oír las últimas palabras de su misterioso acompañante y entreabrió los labios sorprendida para luego esbozar un rictus inquietante pero tampoco hostil, allí, de pié como si todo girara alrededor suyo y su deseo de conocer mas:

- Hermosa? - preguntó palpando la complejidad de las palabras de Havyialaar.
- Tal vez ambas cosas señorita. La verdad tiene un valor extraordinario, pero no todo el mundo es capaz de verlo y comprenderlo; ya sea porque no estén preparados o porque su capacidad sea limitada. Todo tiene un precio, que aumenta en la medida de la calidad de lo que se valora.

Havyialaar vio cómo el rostro de la joven cambiaba rápidamente en una expresión extraña, al hacer aquel comentario. No sabía si le había sentado bien o no, pero tampoco le importó. No decía más que lo que veía.

- La belleza de un ser no se mide por su apariencia externa. No ensalzo vuestro aspecto, ni siquiera estoy alabando vuestra personalidad. No penséis que soy dado a los cumplidos… Es simplemente algo que he observado en vos.
- Antes me preguntasteis porqué tenía ciega confianza en vos, ahora dejadme que.... - se giró para mirarle - yo formule la misma pregunta en relación a vos. - refiriéndose a lo que él "veía" en ella.

Cerró los ojos provistos de esas largas pestañas - pensativa - abriéndolos luego muy lentamente como si de un pequeño capullo en flor se tratara, delicada estampa virgen y pura, donde para ella el tiempo se había detenido en medio de un reloj sin agujas que mover, llevándola a la deriva ofreciendole tristezas, alegrías, esperanzas, desesperaciones... todo, que para ella serían simples anécdotas en ese largo andar de la vida; el precio era equivalente a lo que se pedía.

- No os confundáis señorita Mirka. No confío en vos… como no confío en nadie. Y tengo razones para ello, creedme. Eso no significa que no sea capaz de apreciar las cualidades o características de las personas que me rodean. Y eso es lo que he hecho en vuestro caso.

Havyialaar quería dejar claro este punto. No quería que ella pensara algo incorrecto de él, o que esperara algún tipo de afecto.
- No he de negar que me agradáis –continuó- pero no penséis en ningún momento que estoy aquí sólo por vos. Estoy aquí porque tengo algo que hacer y porque busco a una serie de personas que sean válidas, que puedan prestarme su ayuda de alguna forma. Vuestra compañía es algo que agradezco, desde luego, pero no esperéis nada más de mí que eso.

Observó el rostro de la joven, que había cerrado los ojos. Se dio cuenta de que había sido algo brusco con ella.
- Disculpadme si os resulto grosero, no es mi intención; pero considero que debo ser sincero con vos para que no os hagáis una idea equivocada de mis intenciones.

Seguía con la mirada fija en la manzana que aún sujetaba mientras su iris brillaba como si de eternas llamaradas se trataran en un semblante impasible y maduro, lleno de enigmas:

- Creo que expresé mi deseo de lo que quería en el bosque. - siseó calmadamente mientras dirigía la fruta a sus labios sonrosados dándole un mordisco, a disgusto de algunos - tal vez - sus dientes no mostraban los ansiados colmillos que cualquiera hubiera esperado ver en una vampiresa, aparentando así un aspecto humano inocente pero letal:

- Os recomiendo leer Metamorphoseon del poeta romano Ovidio, en concreto el libro VIII, de la página 180 a la 262. - concluyó con media sonrisa un tanto inquietante.


Havyialaar volvió a reír con suavidad. Aquella cría “le recomendaba” que leyera a Ovidio. Eso sí que era divertido.

- Señorita –aclaró, en tono burlón- a pesar de ser un vulgar humano, he leído más libros en toda mi vida de lo que nadie pueda imaginarse. Es más creo que disfrutaríais enormemente en mi biblioteca.

Hizo una pausa, sonriendo en la oscuridad de su máscara, aunque ella, claro está, no podía verlo. Hacía tanto que no sonreía…
- Sé de qué libro habláis y de qué capítulo se trata… la ambición de Ícaro.

Hizo otra pausa, comprendiendo las intenciones de ella.
- Tendré en cuenta esas palabras…



Havyialaar y Mirka by: Alvis002



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