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WALL•E.

23.1.14



Superdotados, genios en economía, multimillonarios y grandes innovadores, parece que vivimos en una sociedad a la que solo le interesa quedarse con los aspectos 'buenos' de determinados corrientes: porque ser Asperger ahora está de moda. Hoy precisamente lo he pasado realmente mal por segunda vez al tener que enfrentarme de nuevo al gran reto de hablar a gente ajena a mí y para colmo con resultados igual de desastrosos causándome un ataque de ansiedad en plena calle.

No por ello escribiendo ahora estas líneas voy a decir que estoy totalmente tranquila, los nervios aún me duran, pero repasándolo con calma y haciendo referencia a dos consejos que me han dado; cierto esto de 'Todo tiene solución' y 'De los errores se aprende'.

Más de una vez yo - y más gente seguramente - han apostado por el pensamiento de que vivimos en una sociedad con miedo al fracaso, una que lo ha estigmatizado hasta el punto de no darnos cuenta que nuestros antepasados y de toda la vida el ser humano ha avanzado precisamente gracias al ensayo-error. Pero ahora no, ahora solo cuenta el ahora y el 'Lo quiero para ayer' donde la equivocación no tiene cabida. Si para alguien neurotípico le es duro asimilarlo para mí y muchas más personas que conviven con el Asperger es aún más difícil, a cada error que cometes sientes que los muros a tu alrededor se hacen más altos y poco a poco el miedo te domina impidiéndote relacionarte con el exterior porque sientes que no 'eres digno de'. 

Hablar con figuras de autoridad - Profesores, dependientes, alguien que haga una conferencia... - representa para mí una inmensa fuente de estrés, ya lo es hacía con el común de la gente pero en ese colectivo especialmente. Entablar una conversación significa - aparte de ser incapaz de mirar a la cara - pensar mucho rato antes incluso nada más después del  'Hola' una actividad frenética dentro de la cabeza donde el cerebro empieza a - intentar - elaborar una lista de temas que sacar durante la charla. Pero como pasa casi siempre, hay pocas y el estrés no tarda en hacer acto de presencia, tornándose todo como una especie de obra de teatro improvisada donde nadie es el espectador excepto uno mismo.



"No puedo mirar a la cara, me causa algo extraño, me siento incómodo. Me distraigo si lo hago. Es como si pudiera poner atención a la parte verbal o no verbal de la comunicación, pero no a las dos al mismo tiempo. Para lograrlo, debo esforzarme el doble y me cuesta seguir el hilo de la conversación."

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